Ocho palos en la rueda y una vuelta de hoja es todo lo que se puede cargar en una valija sin sueños.
La vida no lo agracio y lo perjudico en cuanto la muy maldita tuvo una oportunidad...
Sin permiso de nadie y con inconciencia propia de una depresión o de una falta total de sensatez, mi amigo sin dudas y sin preguntas se arrojo al vacío; caídas hay pero como esa creo que ninguna volverá a existir, fue todo un ocaso...pero para que adelantarse al postre sin saborear la comida o sea dejen que cuente como llegamos hasta acá
Todo comenzó un mal día en el que logró la conciencia de su estar y vislumbró su pequeñez, no fué cuando nació ni fue cuando caminó, fue cuando la luz golpeo dentro de su cabeza; un momento que lo convirtió en errático y pesimista ese momento infeliz al que pocos pueden llevar su memoria y volver sanos. Demás esta decir que no hacía falta que lo recordara, siempre estaba en el.
Un mal llevar con todos y con todo lo dejo siempre en un vereda obscura que lo traicionaba en cada huella que le imprimía y que le impidió ver alegría, calidez o algo particular en los demás; todo y todos eran obras en blanco y negro de un teatro que aun era mas bicolor, impedimento este para que observara algo mas que su nariz.
La poca comunicación con todos no impedía que sus ideas no convirtieran su cabeza en estallidos constantes de apasionadas fantasías que lo trasladaban a un mundo colorido el que naufragaba cuando habría sus ojos. Su crueldad no era dañina en su esquema, lo cruel no era tal no se podía ser cruel con el blanco y con el negro, solo se es cruel cuando se quita el color y este mundo había nacido frío y desteñido. Como una daltónica obsesión busco alguna pauta de sus fantasías; hasta intento probar el amor de ese que hablaban las nubes blancas y negras que lo rodeaban pero no funcionó o lo hizo pero lo decepcionó. Nunca quiso aprender que la decepción era parte de los colores.
Una vez lo conocí y me interesé por él a pesar de que él no dejo de verme en la obscuridad; intercambiamos, o yo lo pensé así, nuestras ideas e intente prestarle mis crayones para que intentase dibujar; demás esta decir que de nada sirvió y que solo vio mis colores como muchos blancos y negros mas. Nunca pude llegar a él, pasó el tiempo y solo nos unió mi lástima y sus lastimaduras.
Llovía y tomo la decisión de que ya iba haciendo hora de que los blancos desaparezcan y que el negro ocupase la habitación de su vida, sin dubitar puso un pie sobre un escalón luego sobre otro y aferrado, pero si acariciar, el pasamanos comenzó a subir la escalera que lo llevaría hacia la azotea. Ni en ese mismo instante pudo ver que la escalera era marrón de madera finamente revestida y generadora de un chirrido que hubiese asustado hasta al mas valiente, todo siguió bicolor.
La brisa de la azotea no despejaba su idea y era una invitación a volar, las gotas impactaban contra sus ojos impidiéndole abrirlos totalmente, pero no hacia falta para que seguir viendo lo que no deseaba si con ellos cerrados podía soñar y desvanecerse dentro de un mundo real que lo esperaba.
Esa tarde si que era bicolor, lo negro del cielo y lo blanco de los edificios parecían haberse puesto de acuerdo con él. No tenía ningún dolor, no tenía ningún sentimiento solo una ansiedad por encontrar su fantasía asi que se encamino a la cornisa y comenzó a desafiarla. Sus únicos testigos cuatro palomas que hinchadas, puede ser por el frío, no iban a impedir lo que estaba por suceder y solamente una emitió un sonido sordo que ni siquiera era para él. El agua comenzó a arremeter con mas fuerza y la brisa ya no era tal, la cornisa trazaba una fina y precisa línea entre todo lo que pensaba que le esperaba por lo que sin mas esperas se lanzó
No cerró los ojos quería ver por ultima vez los grises de esa tarde y de ese mundo, nada había cambiado todo seguía igual. El estrepitoso ruido que provocó al caer no despertó a nadie salvo por una de las palomas que se lanzo a volar.
Ya en el suelo todo seguía gris pero algo cambio una fina línea roja se extendía desde detrás de su cabeza y sus ojos se llenaron de lagrimas las que no pudo secar para ver mas nítidamente ese color, la línea pronto fue un charco y fue lo ultimo que vio, pero era rojo
sábado, 26 de junio de 2010
el perrito del viajante
El perrito del viajante
Era un Fox que a pesar de ser chiquito era muy bravucón y ladrador su dueño un viejo viajante que lo había aceptado como regalo en unos de sus paseos comerciales para que le hiciera compañía en el auto ya que era duro muchas veces el viaje solitario y la radio no era suficiente compañía.
Jeffer le decía su dueño y era al vocablo al que él respondía moviendo su cola que había sido cortada cuando aun no se había dado ni cuenta y formaba extrañas figuras cuando se movía a grandes velocidades.
Era el amo y señor del asiento del acompañante, el copiloto, el que escuchaba atentamente lo que su dueño decía sin entender palabra pero sabiendo que se dirigían a él en particular...eso era suficiente para que sus orejas se balancearan como si de orientarlas se tratara entender.
Jeffer no era un perro cualquiera, el era "el perro" su carácter lo definía como un malhumorado y desafiante animal que siempre clavaba la mirada en quien le hablara sin emitir sonido como si del mejor auditorio se tratara. A mis ojos era malo era peligroso y algunas veces hasta llegaba a ser de poca confianza...dentro mió envidiaba a su dueño.
Juan, su dueño, adoraba al animal y lo entendía como un hijo. Llegaron a entenderse al punto tal de que un sonido de Jeffer, el cual era muy particular debo destacar, ya era señal de que debían detener el automóvil porque necesitaba representar sus respetos a la naturaleza orinándola. Juan habría la puerta del lado de su amigo y solo descendía y buscaba con gran velocidad un lugar donde realizar su proeza. Juan solo lo observaba desde el auto sin siquiera bajarse; es que jeffer poseía una extraña timidez a que lo observaran en estos asuntos.
Por su trabajo Juan se detenía en diversos lugares de su ruta; en alguno de ellos Jeffer podía bajar de su trono en el segundo asiento y en otros solo debía esperar en el silencio y la quietud del automóvil detenido; En estos últimos todas su amarguras cuando era puesto a cargo de la guarda del vehículo eran sobrepasadas por la vuelta de Juan quien era recibido con un ladrido, una mirada y una cola inquieta que decidía el seguir andando.
Todo resultó bien durante años Juan y Jeffer recorrieron miles de kilómetros juntos y se hicieron compañía mutua sin pedirse nada a cambio pero los años no cesaban para ninguno de los dos y mas aun para jeffer que ya entraba en su décimo tercer año de vida; en la cabeza de Juan no paraba de retumbar la idea de que Jeffer algun día lo dejaría luego de años juntos y que no tendría consuelo. Juan siempre pensaba que cuando el día llegara sepultaría a Jeffer al costado del camino que tantas veces los vió pasar, pero no podía imaginar el momento solo llegaban imágenes poco claras de la situación y en un instante desaparecían descansando su mente y su corazón.
Jeffer cada vez era mas estático en su asiento y Juan intentaba animarlo hablándole cada vez con mas frecuencia pero el can solo apoyaba su barba blanca en la tela que casi tenía su forma y lo observaba como cansado y apagado por el paso del tiempo.
Todo hubiera cambiado por una inmunidad al reto de la muerte para que Jeffer siguiera siendo su compañero.
Atrás quedaron los días de gloria en los cuales Jeffer solía desaparecer del asiento y trasladarse a los lugares mas recónditos del automóvil en busca de algo que nunca encontraba y que era solo detenido por el llamado de Juan a que recobrara su posición en su lugar, lo que nunca hacía sino que buscaba la manera de apoyar el hocico en la falda de su amigo como intentando un perdón sin sentido de sentir haber hecho algo.
La tristeza se hacia una etapa constante y compañera de los viajes en la mente de Juan que cada vez veía con mas claridad las imágenes de su pequeño amigo dejan libre su lugar.Se acrecentaban las veces en las que las lágrimas le recorrían su cara nublándole la vista y solo se recuperaba cuando observaba la certera mirada de Jeffer impávido.
Una tarde mientras se encontraban en viaje a kilómetros de nada y Jeffer comenzó a producir ese sonido particular que obligaba a Juan a hacerse a un lado del camino. Juan sin vacilar detuvo el vehículo, su amigo no era mas un jovencito y no podía esperar como lo hacía. Jeffer toco el pasto y con lentitud se encargó llevado por su hocico de encontrar un buen lugar a 4 o 5 metros del automóvil. Ya terminada su tarea se tomo un segundo para levantar su hocico al viento y darse cuenta de que una pequeña brisa en la carretera casi lo empujaba y que el sol poco podía hacer ya para mantenerlo caliente; con su compresible lentitud se dirigió al auto.
En el asiento luego de un esfuerzo de porte para subir jeffer no pudo contener su tristeza y cortó el aire del habitáculo con ladridos y llantos propios de un perro.
El tiempo no paso solo para Jeffer también hizo nido en Juan quien a pesar de su esfuerzo por seguir en la ruta tuvo que hacerse a un lado para morir.
Era un Fox que a pesar de ser chiquito era muy bravucón y ladrador su dueño un viejo viajante que lo había aceptado como regalo en unos de sus paseos comerciales para que le hiciera compañía en el auto ya que era duro muchas veces el viaje solitario y la radio no era suficiente compañía.
Jeffer le decía su dueño y era al vocablo al que él respondía moviendo su cola que había sido cortada cuando aun no se había dado ni cuenta y formaba extrañas figuras cuando se movía a grandes velocidades.
Era el amo y señor del asiento del acompañante, el copiloto, el que escuchaba atentamente lo que su dueño decía sin entender palabra pero sabiendo que se dirigían a él en particular...eso era suficiente para que sus orejas se balancearan como si de orientarlas se tratara entender.
Jeffer no era un perro cualquiera, el era "el perro" su carácter lo definía como un malhumorado y desafiante animal que siempre clavaba la mirada en quien le hablara sin emitir sonido como si del mejor auditorio se tratara. A mis ojos era malo era peligroso y algunas veces hasta llegaba a ser de poca confianza...dentro mió envidiaba a su dueño.
Juan, su dueño, adoraba al animal y lo entendía como un hijo. Llegaron a entenderse al punto tal de que un sonido de Jeffer, el cual era muy particular debo destacar, ya era señal de que debían detener el automóvil porque necesitaba representar sus respetos a la naturaleza orinándola. Juan habría la puerta del lado de su amigo y solo descendía y buscaba con gran velocidad un lugar donde realizar su proeza. Juan solo lo observaba desde el auto sin siquiera bajarse; es que jeffer poseía una extraña timidez a que lo observaran en estos asuntos.
Por su trabajo Juan se detenía en diversos lugares de su ruta; en alguno de ellos Jeffer podía bajar de su trono en el segundo asiento y en otros solo debía esperar en el silencio y la quietud del automóvil detenido; En estos últimos todas su amarguras cuando era puesto a cargo de la guarda del vehículo eran sobrepasadas por la vuelta de Juan quien era recibido con un ladrido, una mirada y una cola inquieta que decidía el seguir andando.
Todo resultó bien durante años Juan y Jeffer recorrieron miles de kilómetros juntos y se hicieron compañía mutua sin pedirse nada a cambio pero los años no cesaban para ninguno de los dos y mas aun para jeffer que ya entraba en su décimo tercer año de vida; en la cabeza de Juan no paraba de retumbar la idea de que Jeffer algun día lo dejaría luego de años juntos y que no tendría consuelo. Juan siempre pensaba que cuando el día llegara sepultaría a Jeffer al costado del camino que tantas veces los vió pasar, pero no podía imaginar el momento solo llegaban imágenes poco claras de la situación y en un instante desaparecían descansando su mente y su corazón.
Jeffer cada vez era mas estático en su asiento y Juan intentaba animarlo hablándole cada vez con mas frecuencia pero el can solo apoyaba su barba blanca en la tela que casi tenía su forma y lo observaba como cansado y apagado por el paso del tiempo.
Todo hubiera cambiado por una inmunidad al reto de la muerte para que Jeffer siguiera siendo su compañero.
Atrás quedaron los días de gloria en los cuales Jeffer solía desaparecer del asiento y trasladarse a los lugares mas recónditos del automóvil en busca de algo que nunca encontraba y que era solo detenido por el llamado de Juan a que recobrara su posición en su lugar, lo que nunca hacía sino que buscaba la manera de apoyar el hocico en la falda de su amigo como intentando un perdón sin sentido de sentir haber hecho algo.
La tristeza se hacia una etapa constante y compañera de los viajes en la mente de Juan que cada vez veía con mas claridad las imágenes de su pequeño amigo dejan libre su lugar.Se acrecentaban las veces en las que las lágrimas le recorrían su cara nublándole la vista y solo se recuperaba cuando observaba la certera mirada de Jeffer impávido.
Una tarde mientras se encontraban en viaje a kilómetros de nada y Jeffer comenzó a producir ese sonido particular que obligaba a Juan a hacerse a un lado del camino. Juan sin vacilar detuvo el vehículo, su amigo no era mas un jovencito y no podía esperar como lo hacía. Jeffer toco el pasto y con lentitud se encargó llevado por su hocico de encontrar un buen lugar a 4 o 5 metros del automóvil. Ya terminada su tarea se tomo un segundo para levantar su hocico al viento y darse cuenta de que una pequeña brisa en la carretera casi lo empujaba y que el sol poco podía hacer ya para mantenerlo caliente; con su compresible lentitud se dirigió al auto.
En el asiento luego de un esfuerzo de porte para subir jeffer no pudo contener su tristeza y cortó el aire del habitáculo con ladridos y llantos propios de un perro.
El tiempo no paso solo para Jeffer también hizo nido en Juan quien a pesar de su esfuerzo por seguir en la ruta tuvo que hacerse a un lado para morir.
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